Las cosas empeoraron aún más cuando Callie, con tal de llamar la atención de Mark, empezó a salir con el veterinario del pueblo, que, aunque estaba soltero y sin compromiso, no era demasiado cálido ni agradable. ¿Qué importaba que Ian McFarland estuviera más cómodo con los animales que con las personas? ¿Qué importaba que fuera tan formal y metódico? Ella, tan afable, espontánea y amante de la diversión, decidió que era hora de que Ian hiciera unas mejoras en su personalidad.
Pero, por muy poco que la impresionara, cabía la remota posibilidad de que se enamorara del soltero menos atrayente de todo Vermont...