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Antiguamente, el orden militar era tenido en tanta reverencia, que no era galardonado con el honor de caballerÃa mÃĄs que el mÃĄs fuerte, el mÃĄs animoso, el mÃĄs prudente y el mÃĄs experto en el ejercicio de las armas. La fortaleza corporal y el coraje se tienen que ejercitar con sabidurÃa, porque, asà como algunas veces unos pocos han obtenido victoria sobre muchos a causa de la prudencia y las buenas artes de los batalladores, en otras ocasiones la sabidurÃa y la astucia de los caballeros han sido suficientes para vencer la fuerza de los enemigos. Y por esta razÃģn los antiguos ordenaban justas y torneos y educaban a los infantes en el ejercicio militar, para que en las batallas fuesen fuertes y animosos y para que no sintiesen terror ante la visiÃģn de los enemigos. La dignidad militar tiene que ser premiada, porque sin ella los reinos y las ciudades no podrÃan permanecer en paz, segÚn dice el glorioso san Lucas en su evangelio. Merecedor es, pues, el virtuoso y valiente caballero, de honor y de gloria, y su fama no tiene que ser olvidada con el paso de los dÃas. Y como entre los otros insignes caballeros de gloriosa memoria sobresale el valentÃsimo Tirante el Blanco, del cual hace especial conmemoraciÃģn el presente libro, es necesario hacer una singular y presente menciÃģn individual, a causa de su honor y de sus grandÃsimas virtudes y caballerÃas, que se recitan en las siguientes historias.