El cuerpo y la mirada de Tracker excitaban a Ari tanto como la aterrorizaban sus cicatrices y sus demonios internos. Por desgracia, era su marido y la tenía a su merced. En aquella tierra hostil, plagada de mercenarios y bandidos, temía que jamás podría estar a salvo.
Tracker también albergaba sus temores. Por mucho que quisiera proteger a Ari y tenerla siempre consigo, sabía que el dinero, el poder y especialmente la verdad podían separarlos.