"Con un humor inteligente, desafiante e irrevente, Darwin Desbocatti se
ha convertido en un personaje imprescindible de los medios de
comunicación uruguayos y en un referente indiscutible a la hora de
tratar de comprender la, casi siempre, incomprensible realidad nacional.
Para los que lo han seguido en sus acotadas apariciones televisivas y en
sus raudas interveciones radiales, será una auténtica delicia poder leer
y releer sus destornillantes opiniones, disparadas durante seis años
desde el semanario Búsqueda.
Se trata, entonces, de una selección de las mejores columnas en las que
Darwin opina sobre la gripe aviar, la Noche de la Nostalgia, América
Latina y otros cuantos temas más."
Es un comentarista radial que está harto de responder a la pregunta #¿Y cómo nace Darwin?#. Excelente pregunta, señor de la solapa. Darwin nació un día de tormenta, dándoles la razón a todas las viejas del barrio y al mito de que la tormenta trajo más niños al mundo que Escrivá de Balaguer. Si su nacimiento ya fue un lugar común, imaginen el resto de su vida y pensamientos. En 2005 publicó Yo, Darwin, un compilado de columnas escritas para el semanario Búsqueda que devino best seller y Libro de Oro, lo que le auguraba una carrera destacada en el mundo editorial. Este es su segundo libro, publicado a fines de 2017. Se describe a sí mismo como un minusválido de la fuerza de voluntad. A modo de ejemplo, tomemos el año 2013: el único proyecto anual que logró terminar fue un frasco de mostaza Dijon que le habían regalado en diciembre de 2012. Su pico de rendimiento creativo fue a los 10 años, en 4.o de escuela, cuando un invento de su autoría encandiló a la maestra, quien convocó a las autoridades de la educación para mostrarles el prodigio. En plena ceremonia oficial, se dieron cuenta de que el invento era un astrolabio, instrumento científico que ya había sido creado unos 1900 años atrás. " Ligué mal ", fueron las palabras del autor, " si nacía dos mil años antes era Gardel", cerró, consolidando su anacronismo. De ahí en adelante todo fue descendente en su parábola de rendimiento personal.