Jesucristo sufrió, lloró y vivió momentos de extrema ansiedad. A pesar de eso, fue perfecto en la capacidad de perdonar, respetar, comprender y tener misericordia. Sobre todo fue brillante en el arte de amar, de ser el líder de su propio mundo y de sus emociones. Nos enseñó cómo romper las cadenas del miedo y vivir en el poder del amor.