Un banquero, Alexander Holder de Streatham, otorga un préstamo de cincuenta mi libras a un cliente socialmente destacado, que le deja una diadema de berilos, una de las posesiones públicas más valiosas que existen, como garantía. Holder siente que no debe dejar esta joya rara y preciosa en su caja fuerte personal en el banco, por lo que se la lleva a su casa para guardarla allí. Se despierta en la noche por un ruido, entra a su sala de vestir y se horroriza al ver a su hijo Arthur con la diadema en sus manos, aparentemente tratando de doblarla. La sobrina de Holder, Mary, llega al escuchar los gritos y, al ver la corona dañada, se desmaya. Le faltan tres berilos. En pánico, Holder viaja para ver a Sherlock Holmes, quien acepta llevar el caso.