Breves Lecciones de Ciencia Divina

La esencia de la vida espiritual descansa en comprender y experimentar la Omnipresencia, un principio fundamental de la Ciencia Divina. Esta verdad universal enseña que Dios, el Espíritu o la Energía Infinita es la única Sustancia Inteligente que impregna y sostiene toda la creación. Al reconocer que la Omnipresencia no es sólo una creencia, sino una realidad tangible, es posible experimentar la curación, el poder y la verdadera felicidad, ya que se empieza a vivir de acuerdo con la Presencia de Dios, que siempre está alrededor y dentro de todos.  

Comprender la Omnipresencia transforma la propia percepción de la vida y del universo. Al meditar en esta Verdad, se hace posible darse cuenta de la perfección que existe en cada ser y en todo lo que le rodea. La aplicación práctica de este conocimiento, ya sea en momentos de adversidad o en situaciones cotidianas, permite superar la enfermedad, la falta de armonía y las limitaciones humanas. La clave está en cultivar una mentalidad de abundancia, amor y armonía, alineando sus pensamientos con la Mente Universal, fuente de toda sabiduría y poder creativo.  

El principio de Omnipresencia está entrelazado con el amor, un aspecto esencial de la vida espiritual. El amor a Dios y al prójimo es la fuerza más poderosa que puede manifestarse, ya que une todas las cosas, conecta con lo divino y hace posible una vida llena de alegría y propósito. La verdadera práctica espiritual va más allá del conocimiento intelectual, avanzando hacia la experiencia del amor, que se expresa en acciones de compasión, perdón y servicio.  

Reconocer la omnipresencia implica darse cuenta de que todos los seres humanos están interconectados en una unidad fundamental. La diversidad de creencias, religiones y culturas refleja diferentes formas de buscar la Verdad, pero en el fondo todas reconocen la Presencia de Dios en la vida de los seres. Esta conciencia nos devuelve la verdadera posición de dominio sobre la creación, permitiéndonos vivir en armonía con ella y con todos los seres.

La verdadera transformación espiritual se produce cuando el hombre conecta con su propio Centro interior, reconociendo su unidad con Dios y el poder latente en su interior. Esta evolución espiritual tiene lugar en dos etapas: el despertar a la ignorancia y a la búsqueda externa de la felicidad, y la madurez, cuando uno reconoce su verdadera naturaleza divina y empieza a vivir de acuerdo con los principios universales que rigen la vida. La transición a una vida más consciente requiere sencillez, franqueza y una visión directa de la Vida Universal.  

El desarrollo espiritual requiere el cultivo de un pensamiento correcto, ya que moldea la realidad e influye en la salud y la calidad de vida. Para transformar las condiciones externas, es necesario cambiar la actitud mental, sustituyendo los pensamientos limitantes por los alineados con la Verdad. La mente es la clave de la salud y la felicidad, y la práctica constante de la Presencia de Dios transforma la percepción, permitiéndonos vivir una vida plena y con sentido.  

La oración, cuando se entiende correctamente, se convierte en una práctica activa de afirmación de la Presencia Divina, no buscando persuadir a una fuerza distante, sino reconociendo que la perfección y la salud ya están presentes. Se convierte en una expresión de amor y servicio, una comunión que purifica y eleva, permitiendo que las cualidades divinas se manifiesten en la vida.  

Por último, los problemas no son obstáculos que deban temerse, sino oportunidades para el crecimiento y la expresión de la Verdad. Cada desafío exige la aplicación de los principios de Unidad, Bondad y Abundancia, transformando las dificultades en bendiciones y conduciendo a una comprensión más correcta de la relación con lo divino y el universo. La verdadera salud y la felicidad se alcanzan cuando se vive de acuerdo con estos principios, reconociendo la naturaleza divina en todo lo que existe.  

A.R.Ribeiro.

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